31 oct 2011

“Yo estuve setenta años callado”

La frase, lejos del tono resentido, la dice Blas Wilfredo Omar Jaime, un jubilado de vialidad provincial de Paraná (Entre Ríos), que desde hace unos años, cuando rompió su silencio “pesado como una mochila con piedras”, se ha convertido en el reservorio vivo de la lengua Chaná, un tesoro lingüístico que se suponía desaparecido hace doscientos años.

Esta tribu indígena de la que es descendiente, integraba el Grupo del Litoral cuyo hábitat se ubicaba en las zonas costeras del río Paraná en territorios de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y la República Oriental del Uruguay en tiempos de la conquista europea.

Los pasados 8 y 9 de octubre, Blas fue parte de la décima edición del Contrafestejo al 12 de octubre realizado en Paraná. La celebración, destinada a “promover un espacio de reflexión colectiva desde una profunda vocación por recuperar nuestra identidad, y fomentar el respeto por la diversidad étnica y cultural”, contó con música en vivo y charlas para promover la reflexión y “denunciar la invisibilización de culturas diversas principalmente nativas americanas y africanas, sacarlas a la calle y festejarlas, revalorizando su presencia en nuestra identidad cultural”.

Aunque el “Día de la Raza” fue reempleado por el de "Día del Respeto a la Diversidad Cultural" según una iniciativa del Poder Ejecutivo Nacional y el Instituto Nacional contra la Discriminación ,la Xenofobia y el Racismo (INADI), para Blas el contrafestejo sirve para hablar del tiempo pasado y oculto. De lo que no se habla, mejor dicho”.

- Según leí usted empezó a hablar de su procedencia y origen Chaná no hace mucho tiempo…

Sí, yo estuve setenta años callado y ahora empecé a hablar y no me dejar parar aunque quiera parar. Yo quiero retirarme y por eso estoy preparando a mi hija para que ella sea la representante del pueblo Chaná y sea la que hable. Porque según la cultura ancestral del pueblo Chaná era siempre una mujer la que llevaba la voz, en el sentido de guardar el idioma, la memoria, la historia, las reglas de convivencia.

- Usted dice que guardó el secreto setenta años. ¿En que sentido? ¿No hablaba la lengua con nadie? ¿Se suponía que no había descendientes Chaná en Paraná?

Sí, se suponía. Al menos el idioma se daba por desaparecido desde 1815 en que el padre Larrañaga había hablado con unos viejos como yo; Chaná, que le dijeron unas palabras pero en mi familia se conservó el idioma en las mujeres a través de varios siglos, dedicándose una de ellas como (pronuncia la palabra en Chaná) mujer guarda memoria, y se iba guardando pero en secreto. Cuando llegó el tiempo en que mi madre ya no podía procrear más hijas y mi padre había muerto por un accidente, no tuvo más remedio que pedirme permiso para enseñármelo. Yo tenía 12 años y acepté y me transmitió la cultura.

Me llama la atención que nos cuente que le pidieron permiso…

Yo nací para ser un curandero y mi familia me debía respetar. Si yo tomaba una decisión no podía ser discutida aunque yo tuviera 6 o 7 años, como cuando no quise ir a la escuela de niño y le dije a mi madre. Ella con una inclinación de cabeza aceptó lo que yo decía.

¿Y usted a los doce años aceptó que su madre le enseñe la lengua Chaná y empezó a hablar de los aspectos culturales de su descendencia?

Sí, yo conocía parte de la lengua porque en mi casa en secreto se hablaba la lengua. Pero ella tenía en su cabeza un reservorio de siglos que me traspasó a mí durante doce años para que yo hiciera el trabajo de guarda memoria.

¿Y que recuerda usted? ¿Ella hablaba con otros familiares en secreto?

Con mis dos abuelas, con mi padre cuando vivía, con mis tíos. Pero era algo que se tenía mantenía en secreto, por su tradición no se debía divulgar porque antes era para ser discriminado.

Lo sentían así…

Claro, a nosotros se nos enseñaba a los niños que no habláramos con nadie, ni con el mejor amigo de que éramos descendientes de pueblos originarios.

¿Y en sociedad decían ser descendientes de españoles o criollos?

Simplemente no se decía nada. Tratando de no mentir.

Algunas notas que leí dicen que los últimos censos nacionales demostraron que en Entre Ríos existen más descendientes de Charruas y Chanás de lo que se suponía, ¿Usted ha encontrado a otros descendientes? ¿Tiene contacto? ¿O se lo considera como uno de los últimos?

A mí me reconoce la UNESCO como último hablante. Ahora el profesor Barros (J. Pedro Viegas Barros, CONICET-Inst. de Lingüística, UBA) ya habla bastante el idioma, él está haciendo la gramática del Chaná hace varios años, y los alumnos que yo tengo también están compartiendo la cultura, el idioma y la historia del pueblo Chaná, así que estoy un poco más aliviado porque no me considero el solo portador de esa cultura ni de ese idioma.

Imagino que debe tener cierto grado de felicidad, se debe sentir más acompañado si tuvo que resguardar su identidad tanto tiempo, ahora se le dejó de dar la espalda… ¿Cómo lo considera?

Es como que siento un alivio. Yo antes decía que tenía una mochila cargada con piedras cuando supe que era el único. Porque con la gente del CONICET y con otros periodista amigo de acá hemos buscado en todo Entre Ríos. Yo le diría que hay miles de descendientes de Chaná, pero ninguno que tenga la cultura, el idioma y la historia encima. En nuestra familia se pudo hacer porque fueron preservados por ser los caciques y curanderos mis antepasados. Cuando los españoles se dieron cuenta que no podían dejar de depender de los curanderos y las parteras, entonces fue preservada mi familia y se conservó en secreto. Porque “los españoles eran tan cariñosos que a los niños que hablaban el idioma de los pueblos originarios le cortaban la punta de la lengua y a las niñas les pinchaban un ojo”.

¿Blas, y esa información la recibió de los relatos orales, la leyó en libros? ¿De qué modo se enteró de todo esto?

No, eso no está en ningún libro que yo sepa. Yo no he leído mucho porque como no hice la primaria no me ocupé mucho de leer. Trabaje sesenta años cumpliendo horarios no tuve mucho tiempo de leer. Pero me fue transmitido oralmente por mi madre, mis abuelos, mis abuelas.

En Internet hay relatos suyos… ¿Los escribió usted o se las hizo escribir a alguien?

Todo lo que está lo escribo yo solamente. Que nadie me corrija, ni me saque de lo que yo escribo.

¿Y esos textos están publicados en algún libro o son cosas sueltas?

No, son cositas sueltas que por ahí escribo. Las leyendas que nos contaban cuando niños, las canciones de cuna que nos cantaban, y relatos de los ancianos con un fin educativo. Ahora sí estamos trabajando con mi hija en un modesto diccionario enciclopédico. Estamos trabajando para que eso no se pierda. De cada palabra sus connotaciones culturales, para que quede escrito.

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