A Carlos Giordano el cambio le llamó la atención. Cuando este primer colimba en desembarcar en Malvinas llegó a Puerto Argentino, lo que se escuchaba en la radio era tango y boleros. En esas radios de trinchera solo se sintonizaba la señal de Provincia y Colonia. Y como él tenía conocimientos sobre comunicaciones les explicó a sus compañeros que se debía a dos factores muy simples: por la orientación de las antenas y por el efecto espejo que hacía el agua. El tema es que a los pocos días de haber arribado a la tierra prometida, desde el parlante pegado al oído, también llegaban algunos temas que se aprendería rápido por el nivel de repetición en las programaciones. “Era en abril” del rosarino Jorge Fandermole; en la voz de Juan Carlos Baglieto, “Va por vos” de Zas, grupo de Miguel Mateos y “Solo le pido a Dios”, de Gieco, convivían sonoramente con la furia de las bombas. Claro que como Carlos sabía de sonido, también aprendió a descifrar la otra música, más fatal. “Si la frecuencia era grave no había problemas. Pero si, en cambio, el viento sonaba como un inmenso violín en busca de la nota más alta, entonces había que resguardarse, porque las bombas venían con puntería”, narra Sergio Pujol en “Rock y Dictadura”.
En los días de guerra, la irrupción en radio y tv, del material musical de impronta joven junto a los clásicos hasta un tiempo cercano prohibidos, se debió, entre otros factores, al ataque chauvinista que se había generado en la ciudadanía. Si el comunicado Nº 19 de marzo del 76’ decía muy claramente que “será reprimido con reclusión de hasta diez años el que por cualquier medio divulgare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de desprestigiar las actividades de las fuerzas armadas”, lo que comenzó con la censura a artistas, intelectuales y cualquier persona en discordancia con el proceso, ahora, las directivas que bajaban desde el COMFER venían con nueva carga de significación. Desde el golpe de estado, poner al aire música que figuraba en las listas podía costar multas, el levantamiento del programa, o el llano amedrentamiento, pero las nuevas órdenes entre abril y junio de 1982 eran claras bajo otra forma de censura...nada de música en ingles. La locutora Graciela Mancuso recordaba: “Tenían fiscalizadores de aire que escuchaban todos los programas. Eran del ejército o soldados, chicos que estaban en el servicio militar. Analizaban las letras, descifraban las cintas a ver si había códigos…”.
Ahora, en el nuevo contexto, donde el enemigo no era el “guerrillero apátrida” sino el invasor extranjero, esas medidas cosecharon cierta aprobación entre la población. Como muestran varios testimonios de la época, la misma audiencia llamaba a las emisoras para quejarse de tanto “I love you” y cosas por el estilo. De este modo, en argentina, se equiparaba a Margaret Thatcher (primera ministra Británica) con Jhon Lennon. Según analiza Pujol, “la llegada del rock a la superficie no se da en base a una maduración cultural” o de conciencia aperturista sino a causa de la erradicación compulsiva de todo lo que proviniera del imperio.
Un caso emblemático de la resignificación en la música sucede con la canción de León Gieco “Solo le pido a Dios” que pronto se convertiría en un himno. El autor rosquinense la había compuesto sensibilizado por el conflicto de nuestro país con Chile por el Canal de Beagle que, mediaciones mediante, llegó a impedirse. Pero ahora, un tema de tono netamente pacifista quedaba cercano al tufo dictatorial. El propio Gieco, también exiliado durante la época, contaba que su canción le generaba emociones encontradas y contradicciones. Después de cantar su tema en el “Festival de la solidaridad Latinoamérica”, al que habían convocado músicos y productores, León disparó corriendo a su casa con el sentimiento de haber hecho algo en contra de su voluntad. Ese acontecimiento se produjo el 16 de mayo en el estadio de Obras, con el objetivo de recaudar abrigos y alimentos (el precio de la entrada) que los mismos militares recogían en camiones del ejercito para nunca mandarlos a quienes debían llegar. El recital al que asistieron 60 mil jóvenes duró cuatro horas en medio de la emoción y la congoja. El mensaje implícito de que el festival “era por la paz y no apoyando la guerra” fue aclarado por Cantilo y Spinetta antes de tocar.
Sobre el escenario estuvieron además; Solulé, Molinari, Dulces 16, Ruben Rada, Nebbia, Charly Garcia y otros. Un grupo en acenso que netamente desechó la invitación a tocar fue Virus. Los Moura se negaron a poner su nombre al lado de los que habían secuestrado y asesinado a su hermano Jorge. Al poco tiempo, en un acto de contestación poderoso, grababan “El Banquete” en su segundo disco “Recrudece” de 1982: “Nos han invitado/ A un gran banquete/ Habrá postre helado, Nos darán sorbetes/ Han sacrificado jóvenes terneros/ Para preparar una cena oficial…”. En una entrevista reciente Marcelo Moura decía: “ La dictadura me ha dejado un profundo dolor que me acompañará por el resto de mi vida: ellos secuestraron y asesinaron a mi hermano Jorge. Hoy, más allá de que hacen falta cosas para cerrar el tema dictadura, me pone la piel de gallina ver a seres como Videla, que se justifican diciendo que fue una guerra. Hasta las guerras tienen sus códigos: una cosa es morir en combate y otra muy diferente es capturar a alguien, torturarlo y asesinarlo como ellos lo hicieron. Como banda, la dictadura obviamente nos afectó: había que manejarse con metáforas para decir lo que se pensaba; e incluso así se corría el riesgo de que las entendieran. En Virus nunca tuvimos miedo, incluso tuvimos muchos problemas por rechazar tocar en el Festival de la Solidaridad, por Malvinas. Siento orgullo de haber tenido las agallas”.
Es la hora
Los comentarios de la prensa posteriores al festival declaraban que había llegado “La hora del rock nacional”, como tituló la revista Pelo en su numero 162. Y Somos, otro medio grafico, jugó en el titular con una metáfora epocal: “El Rock en el frente”. Eso que ahora se declaraba desde los titulares ya estaba en el aire. El 80 % de la música radial era nacional, y la tv se hacía eco de lo sucedido con los programas “Rock R.A” (canal 13) y “P.P.M (ATC). Claro que estos ciclos saldrían del aire un tiempito después cuando ya no había una guerra que justificara tanto ataque nacionalista.
No solo se organizaron festivales de rock para enviar apoyo simbólico y material a los soldados. Con el desembarco en Malvinas la Junta logró que la Plaza de Mayo se llenara cuando Galtieri habló desde el balcón de la Casa Rosada. Allí midió cada una de sus frases y se envalentonó antes las miles de personas que compraban el discurso belicista. Hablo de “paz con dignidad” y de una “preparación para enfrentar al adversario”. También disparó que el “pueblo argentino es profundamente religioso y católico”. Cada brabuconada del dictador contra la Corona y la Flota Británica era recibida con vítores desde abajo. El chauvinismo se apoderó de casi todo. Hubo solicitadas y convocatorias de apoyo de La Asociación Argentina de Actores, La Asociación Argentina de interpretes. Argentores, Asociación Argentina de Artistas Plásticos, Decuna y Teatro Abierto. Entre los referentes consumados de la música argentina que no pertenecían al rock hubo signos de aprobación. Astor Piazzolla estrenó en el Teatro Regina un tema dedicado a “Los Lagartos”, cuerpo especial de la Marina conducido por Alfredo Astiz en las Georgias del Sur. Tiempo después, en una entrevista a la revista Gente en 1990, el bandoneonista reflexionaba sobre el hecho: “Yo hice mucha música para cine y nunca le pregunté al director y los productores para dónde pateaban políticamente. Lo único que pedía era libertad para crear, para hacer lo mío. En el caso de Los Lagartos debo confesar que sí, que me equivoqué. Mientras hacía los recitales en el “Regina” me impactó ver en televisión ese hecho heroico. Me gustó todo, el nombre (lagartos) y ese acto machazo de tomar las Islas Georgias del Sur. Yo no sabía quiénes eran, solo vi un grupo de argentinos poniendo el pecho por su país. A los pocos días que dediqué el tema viene un amigo radical, que actúa en Franja Morada, y me dice: “¿Qué hacés? ¿Estás loco?, y me contó todo. Ahí me desayuné quién era Astiz. Ahí mismo borré el tema del repertorio, pero no lo tiré, era muy lindo”.
Tantas veces me mataron…
Desde comienzos de 1982, y durante los días previos a la guerra, algunos hechos artísticos que vivió el país hacían creer que se venía una leve apertura. Había quedado atrás el núcleo duro de la represión (1976-80), a pesar de que no acabaría del todo, y los cambios de nombres entre los militares eran una muestra de debilitamiento. Inclusive, desde mediados del año anterior (1981) con la llegada de Viola a la presidencia (del 29 de marzo de 1981 al 11 de diciembre del mismo año) en reemplazo de Videla, se intentaron “acercamientos” hacía los jóvenes y su mundo. La iniciativa militar recomendad por Viola a sus subalternos se tradujo en conversaciones con músicos y productores de la industria en las oficinas de Ricardo Olivera, “especie de operador vinculado al ambiente militar”. Por allí pasaron Charly Garcia, David Lebón, Rodolfo García, León Gieco, Spinetta y Grinbank, entre otros. Por su parte, el interventor del COMFER, Feroglio, aseguraba que no existía la censura. Pero la publicación de una lista de 242 “temas musicales prohibidos” por parte de Clarín en octubre del 81 produjo un cimbronazo. Durante ese año, varios artistas que gozaban de cierto prestigio (Nebbia) y otros que irían a renovar las anquilosadas estructuras del rock del país en la decada del 80 regresaban de su exilio; Miguel Zabaleta (Sueter), Miguel Abuelo (Los Abuelos de la nada).
Pero el gran regreso a la escena pública se produjo durante el verano del 82. Mercedes Sosa volvía para cantarle a su pueblo, aunque ya comandaba el país el general “de los dos whiskies a la mañana”, que aprovechando el internamiento de Viola, a causa de problemas cardíacos, se había hecho cargo de los designios de argentina y nos llevaría a la guerra en su intento de salvataje final del proceso. La Negra, calificada de “comunicador llave” en los informes de la SIDE, seguía siendo un sujeto peligroso por su alta convocatoria. De vuelta de un exilio de tres años se preparó para brindar sus conciertos en el Teatro Ópera, durante 11 días, desde el 18 de Febrero. Como narra Pujol en “Rock y Dictadura”, “cada función abrió con un aplauso largo y una lluvia de claveles. Escoltada por Omar Espinosa en guitarra y charango, José Luis Castieñeira de Dios en bajo y arreglos, y Domingo Cura en percusión…ni bien pisó el escenario pudo comprobarse que era la de siempre. Un poco más grande, un poco más abierta en su repertorio. Un poco más popular entre la gente que no comulgaba con el folklore”.
Esas noches cargadas de emoción se vivieron con un repertorio entre clásico y renovado y con varios invitados de la órbita del rock como León Y Charly. A pesar de que la larga noche en la que estaba sumida el país no se terminaría hasta un tiempo después y todavía faltaba pasar momentos de mucho dolor, puede pensarse a estos recitales como la comprobación de que el pueblo argentino estaba cansado de marchar a par de la música militar. Así como dijimos que “Solo le pido a Dios” se resignificó en el marco del proceso, el tema “Como la cigarra” que también cantó en sus conciertos, se iría convirtiendo, desde la voz de Mercedes, en una bandera para los tiempos que vendrían. Concebido en 1974, sin proponerse ser una canción social, el tema se fue llenado de sentidos por la carga que le depositaban artistas y publico en un mismo deseo de paz y libertad para seguir cantando: Tantas veces me mataron/ tantas desaparecí/ a mi propio entierro fui/ sola y llorando. Hice un nudo en el pañuelo/ pero me olvidé después/ que no era la única vez/ y volví cantando…Cantando al sol como la cigarra/ después de un año bajo la tierra/ igual que el sobreviviente/ que vuelve de la guerra.
Este texto fue escrito en base a:
Rock y Dictadura – Sergio Pujol – Planeta 2007
Canciones Argentinas – Sergio Pujol – Emecé 2010
Historia del rock en argentina – Marcelo Fernández Bitar – Distal 1999
Música y Dictadura, Por qué cantábamos – Laura Santos, Alejandro Petruccelli, Pablo Morgade – Capital intelectual 2010.
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