Leemos y escuchamos en estos días múltiples relecturas de lo acontecido durante la última dictadura militar y sus consecuencias. Desde los juicios a ex represores que se llevan a cabo, hasta la discusión sobre los negociados que hizo un sector de la sociedad civil, convirtiéndose en cómplice del sistema de terror, el tema se reactualiza. Desde el punto de vista editorial, muchos títulos se han vuelto celebres y otros tantos, algunos arribistas, colaboraron en poner la discusión nuevamente en escena.
Con su libro “Música y Dictadura; Por qué cantábamos”, los periodistas Laura Santos, Alejandro Petruccelli y Pablo Morgade, enfocan la cuestión desde el punto de vista de la represión y censura o no, que sufrieron canciones, músicos, periodistas y locutores durante la época.
Editado en 2008 por Capital Intelectual en la colección “Claves para todos” que dirige José Nun, el libro se organiza coralmente en base a entrevistas actuales a Antonio Carrizo, Silvio Soldán, Fernando Bravo, Graciela Mancuso, yotros que ya pertenecian al aire de la radio o tv, y a referentes de la canción popular como León Gieco, Víctor Heredia, Teresa Parodi, Hugo Marcel, Leonardo Favio y Joan Manuel Serrat. Además se valen del registro de otros testimonios, cancioneros y cartas intimas – Yupanqui es un caso paradigmático, y transcripciones de registros radiotelevisivos y documentos oficiales de la dictadura.
Con ese mosaico de miradas, donde cada protagonista consultado da su versión de la época, el libro logra poner entre las cuerdas a nadie que no lo haga bajo sus propias contradicciones emergentes en el discurso, y dar cuenta de la multiplicidad de percepciones de lo que sucedía, al menos a nivel mediático musical.
Volver a contarla
“El libro no es solo en base a archivos, la idea del libro era que tuviera varios timbres. Aun de algunas personas sobre las que se puede pensar a priori que piensan de la misma manera que uno, pero no era así. Hay un contrapunto; por ejemplo Víctor Heredia sosteniendo que los músicos rock no fueron los más perseguidos sino los del campo popular. Y ahí se abre un tema de discusión que creo no estaba establecido hasta ahora”, explicó Petruccelli y completó: “Queríamos que todos puedan opinar más allá de lo que uno piensa como autor”.
Egresados de TEA, los autores, que durante la época del proceso militar eran todavía “muy chicos”, se plantearon de antemano volver a revisar qué sucedía con el cúmulo de medios que estaban intervenidos. “La idea era ver la realidad de la radio, la televisión y ver que para lo que algunos era muy obvio para los otros parecería que no. No tiene el dedo condenatorio el libro. Esto es: “así se vivió, así lo vivieron estas personas”. Si nosotros teníamos algún pensamiento condenatorio hacia alguien, no queríamos ir al archivo sino dejar que hablara. Eso es lo que pasa con Argentino Luna; queríamos que él hablara. No agarrar un archivo para libro y que el tipo no pudiera defenderse. Sino preguntar “vos compusiste esto, bueno explícalo”. Después si le crees o no es tu conclusión”, reflexionó Petruccelli.
Ahí están las voces que rememoran esos días en los que simultáneamente y en diversos planos la argentina sangraba o se distraía con lo que estaba sucediendo. Con la creencia de que “durante muchísimos años más vamos a seguir atravesados por esta historia”, Petruccelli se remitió también al caso de Rodolfo Feroglio, General de Bda nombrado y puesto en funciones por el General Ortiz en Mayo de 1981: “Otro caso es el del presidente del Comfer que sigue sosteniendo 25 años después que no había censura. Cuando lo entrevistamos le llevamos las resoluciones firmadas por el y las negaba. Le decíamos “acá dice Rodolfo Feroglio”, y el contestaba: “No no, todo eso es mentira, yo no firme nada”. Esa fue una entrevista bastante dura pero algo le pudimos sacar”.
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