El compositor y letrista, estandarte de la Guardia Viaje, fue el creador de “El Choclo”, uno de los tangos más versionados en el mundo. Habiendo realizado varios oficios entre los 18 y los 25 años, la fama le llegó a partir del 1900 cuando empezó a ganar prestigio en cafetines de La Boca, San Telmo y las carpas de La Recoleta como payador y cantor.
A su vez en 1903, Dorita Miramar popularizó “El porteñito” desde el escenario de la varieté Parisiana de la calle Esmeralda y Pepita Avellaneda hizo lo propio con “¡Golpiá que te van a’brir!”, cuyo autor retitularía como “El esquinazo” un tiempo después.
Sobre este último tango, cuando Villoldo lo tocaba en vivo, los parroquianos percutían la vajilla para acompañar. Dado el desastre repetido noche tras noche, el propietario del lugar, Anselmo Tarana, prohibió la ejecución anunciándolo con un cartelito. Nacido en el barrio de Barracas, en febrero de 1861 (según consta en la sociedad de autores y compositores de Francia), el gran creador tocaba también piano, violín y concertina y fue probablemente el que más títulos produjo durante la Guardia Vieja.
Según Oscar del Priore – biógrafo de Villoldo – el músico fue, además, tipógrafo en la Editorial Jacobo Peuser y en el diario “La Nación, director del coro carnavalesco “Los nenes de mamá viuda” donde escribía las coplas, libretista, clown en el Circo Rafetto y resero para los mataderos de Pereyra y Pizzurno. Pero el oficio de cuarteador en la Calle Larga (actual Montes de Oca No obstante) quedaría plasmado en tangos y diálogos costumbristas que entre 1905 y 1013 desperdigó en algunas revistas como P.B.T, Fray Mocho o Papel y Tinta.
“Cuando los carros cargados y los tranvías se atascaban y los caballos de tiro resbalan sobre el adoquín se pedía cuarta. Y llegaba el cuarteador montando un ejemplar pesado de gran alzada, percheron, que prendido a la cincha ayudaba a los vehículos….Mientras ejercía el oficio, en los ratos libres y entre cinchada y cinchada, los hombres se reunían a conversar… Allí Villoldo, acompañado de guitarra y armónica repasaba temas populares que les silbaban sus compañeros”, escribe Horacio Salas en su Historia del Tango.
En tanto Roberto Selles, periodista e investigador del tango, ha escrito: “En su letrística convergen tres corrientes: la prostibularia (“El porteñito”), la campesina (“El mayordomo”) y la zarzuelera (“¡Cuidao con los cincuenta!”). He aquí tales ejemplos: “Y antes de hacer la encarada,/ la he filao de cuerpo entero,/ asegurando el puchero/ con el vento que darán” (“El porteñito”); “Soy Sinforiano, señores,/ el paisano más mentao,/ mayordomo de la estancia/ más nombrada del Bragao” (“El mayordomo”); “Una ordenanza sobre la moral/ decretó la Dirección Policial,/ y por la que el hombre se debe abstener/ decir palabras dulces a una mujer” (“¡Cuidao con los cincuenta!”).
En 1907, la casa Gath & Chaves lo contrató para grabar tangos en París, junto a sus amigos Alfredo y Flora Gobbi, los futuros padres del gran Alfredo Gobbi, “El Violín Romántico del Tango”, que nacería poco después en dicha ciudad. Ese viaje inició el primer furor de nuestro tango en la capital francesa y en consecuencia, en toda Europa. Es que pronto se les sumaron Enrique Saborido -en calidad de bailarín-, Carlos Geroni Flores, Casimiro Aín, Bernabé Simarra, y otros, entre ellos, algunos jóvenes de la alta sociedad porteña, como Ricardo el porteñito Güiraldes, Daniel Videla Dorna y Vicente Madero.
El 14 de octubre de 1919, el músico que, en tiempos posteriores podría haber vivido más que holgadamente de sus derechos autorales, moría en la miseria. A los pocos días, en una cruel ironía del destino, le llegaba el primer cheque de la sociedad de compositores de Francia. La vida, a la que había embellecido con admirables melodías, fue de lo más injusta con él.
Les dejamos una grabación de 1907. Villoldo cantando "El Negro Alegre"
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